
Era un cadáver común y corriente, boca abajo con chaqueta de cuero, jeans y zapatillas negras. Era un cadáver común y corriente, silencioso y quieto, como todos los cadáveres que he visto. Boca abajo sobre las piedras, no podía ser que todos pasaran por su lado - y a veces hasta por sobre él- sin siquiera fingir un poco de estupefacción.
No era un cadáver ordinario para ella. El hecho que en algún momento (probablemente no hace mucho) habría sido una persona común y corriente, pero viva, era ya suficiente para dejar la mandíbula suelta por un par de minutos. -¿Habría sido una persona buena o mala?-, se preguntaba, resumiendo toda la existencia del NN a esas dos posibilidades. Tratando de adivinar a la distancia cómo sería su rostro, iba guiándose por la vestimenta. A juzgar por ésta, debería tratarse de alguien joven, jeans negros, chaqueta de cuero negra, y zapatillas también negras. Para ella, esa combinación no dejaba lugar a mayores suposiciones.
Para ser justos era de noche y en la playa apenas alumbraban los focos de la calle, así que también apenas se notaba que era un cadáver. Apenas podían distinguirse los pies y las piernas. Si me hubieras preguntado a mí, yo habría contestado que eran rocas, con una forma extrañamente humana, pero rocas al fin y al cabo. Claro que yo no había bebido casi nada esa noche. Ella en cambio, ya había perdido la gracia que dan los primeros vasos y se había transformado en una constante maniobra. Sentada en una roca con forma de sofá (era una playa de piedras bastante polimorfas para mi gusto) disfrutaba el paisaje marino, o hacía como si. Las olas tenían habían cobrado ahora un sentido cósmico. Nunca había notado ella la masa energética de líquido desplazándose de un lugar a otro con tanta perfección. Luego, más allá en el horizonte, apenas se distinguía la división entre el cielo y el mar. De no ser por el tono rojizo del primero, el segundo podría haber sido eterno. Unas espumas distantes le daban forma a olas madres que parían, leguas más acá, pequeñas olitas furiosas que estallaban contra los roqueríos, o entres los recovecos que se formaban. La playita era muy estrecha y prácticamente funcionaba como baño y motel. Pero como esa noche el grupo sólo necesitaba lo urgentemente biológico, debido a las ingentes cantidades de vino de pésima calidad.
Ella se levantó de pronto a cumplir con los mandatos esfintéricos. A poco andar, notó atónita un cuerpo tendido boca abajo entre una muralla de concreto y rocas. Su tenida juvenil la espantó aún más, cortándole la respiración y erizándole los pelos de la nuca. Era un joven como ella, y probablemente se habría caído de borracho por una de las barandas. O tal vez se habría suicidado, pero la altura no era tentadoramente fatal. Quizás lo habrían asaltado. Parada a mitad del trecho que había entre el sofá y el muerto, no podía mover un músculo del cuerpo (pero en realidad yo podía ver cómo se tambaleaba de un lado a otro, casi en cámara lenta). Adelantó el cuello como un tortuga y aguzando la mirada, intentaba darle forma humana a ese bulto. Porque si bien a ratos era un hombre boca abajo, luego perdía toda forma comparable a la anatomía humana. Y en esos momentos ella parecía querer gritar, pero no podía.
Detrás suyo el resto del grupo chillaba y reía como monos. Nadie notaba la presencia del cadáver y parecía ser que nadie quisiera notarla a ella.
A veces me daba pena verla así, en tan confusa situación, pero sabía que habría sido inútil acercarme.
Pasaron las horas y el grupo aún seguía celebrando lo incelebrable. Ella de pie aún, había olvidado por completo su cuerpo, no así al cadáver. Estaba ahora ella en algún lugar desconocido, no tan lejano, pero imperceptible para la mayoría. Estaba inmersa en sus pensamientos, ella era casi un pensamiento, palpitaba el mar, palpitaba ella. Se quedaba el mar en silencio, casi desaparecía ella. Qué era eso que descansaba sobre las rocas, era una visión?, era un sueño?. Qué leyes universales habrían configurado tal escenario?. Por un momento creyó que ya no existía más, creyó ver un túnel, creyó oír voces que la llamaban, ¿podría ser el letargo alcohólico tan poderoso?
Por un momento me pregunté si debía ir por ella o no, pero en ese momento una gran ola reventó sobre nosotros empapándonos por completo. Al retirarnos hacia las escaleras, noté que había desaparecido. Extrañamente, el bulto en las rocas también.