12.11.07

La marea estaba más baja en esa época. Ahora no se ve nada, ni el barco, ni los niños, ni nada. Nada de nada. Uno que otro fierro de la nave encallada se asoma de repente en la orilla. Yo encuentro que son peligrosos. Deberían ponerles unas banderitas rojas encima o algo, así los bañistas imaginarios no se ahogarían como lo hacen cada tarde, sobre todo, estas últimas tardes que he salido más de la cuenta a pasear por el litoral.

Los rayos de sol se pierden tras la montaña, cosa que me confunde a veces, porque no estamos a ese lado del mundo. Pero a los bañistas imaginarios no les importa este detalle, secan sus torsos al sol, tendidos sobres sus toallas bicolores. De vez en cuando sacuden la arena que cae encima y se enderezan, miran a su alrededor con aire despistado, se hacen visera con la mano y observan el horizonte, luego a los otros bañistas imaginarios y luego a sí mismos, a ver si aún existen; luego de corroborar eso último, vuelven a recostarse y cierran los ojos para siempre y yo también y ya no están más.

3 comentarios:

Carlos dijo...

en una palabra: genial

en varias palabras: me soprprende la imaginación y capacidad d e expresión que puede encontrarse uno en los blogs, lo de los bañistas imaginarios... genial!

Anónimo dijo...

Que me gusta la foto o...

Dany dijo...

La Pame no me deja entrar a sus blogs, es una española cualquiera, puso restricciones a los inmigrantes. No vale!