Creo que mi siempre mal ponderada mediocridad me ha pasado la cuenta otra vez, y esta vez de la manera más vil... atacando mis últimos y honestos placeres, mis mañas. Y despojándome de ellas, simplemente me siento pilucho y pelele. Ridículo. Todo lo que me hace ser yo ya no me sirve. Ahora he de ser más despabilado, más articulado y menos imbécil. Y claro, en el camino a la salvación intelectual, son mis mañas un estorbo monumental. Porque son, por mucho, lo más mediocre de mi todo mi ser. Lo que me hace agachar el moño y sorberme los mocos imaginarios que visualizo en mi imagen caricaturizada, cada vez que hago o digo una estupidez que me deja al descubierto y que esa frasecita que termina en "disipar las dudas" no puede calzarme mejor.
Mis mañas empezaron no sé bien cuándo, no sé bien qué o quienes las inspiraron, en qué momento se plegaron a mí como piñen, en qué momento se transformaron en mi uniforme distintivo para el resto. Y por supuesto que no las mencionaré, porque de estúpido tendré bastante, pero sólo lo suficiente como para reconocer la propia estupidez. Pero ha de saberse que son embarazosas... y que alguna forma tendré que librarme de ellas. Y me pregunto cómo luciré sin esa tenida de domingo católico que me ha humillado de manera latente, sin yo darme cuenta ni un ápice. Hasta la adultez. Hasta unas semanas atrás. Hasta llegar a este pueblo. Mi ignorancia me conmueve. Qué vergüenza.
Mis mañas empezaron no sé bien cuándo, no sé bien qué o quienes las inspiraron, en qué momento se plegaron a mí como piñen, en qué momento se transformaron en mi uniforme distintivo para el resto. Y por supuesto que no las mencionaré, porque de estúpido tendré bastante, pero sólo lo suficiente como para reconocer la propia estupidez. Pero ha de saberse que son embarazosas... y que alguna forma tendré que librarme de ellas. Y me pregunto cómo luciré sin esa tenida de domingo católico que me ha humillado de manera latente, sin yo darme cuenta ni un ápice. Hasta la adultez. Hasta unas semanas atrás. Hasta llegar a este pueblo. Mi ignorancia me conmueve. Qué vergüenza.
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