23.6.10

el dios de amarillo



Hoy venía caminando luego de hacer una entrega y dios de pronto apareció de la nada. Yo venía escuchando música, tratando de entender su letra, tratando de entender a la gente que venía en el sentido contrario, tratando de olvidarme un poco de mí mismo. Y dios me hablaba y me hablaba, pero pensé que estaba conversando por celular, como las tallas de la tele mala, pero no. El me venía hablando a mí, yo me asusté al principio y lo miré de reojo. Primero pensé que estaba loco, porque me dijo que si acaso no me acordaba de él, porque "la otra vez" me vio triste y también me había hablado, y "yo" estaba triste porque me había peleado con mi mujer.
Yo le dije que no, con una semi sonrisa. -No, no... no era yo-, pensé. -No me he peleado con mi mujer, ni siquiera con la imaginaria-
Dios vestía un sweater amarillo cata, unos pantalones de tela y usaba el pelo largo, ordenado hacia los lados. Tenía canas, pero no se veía viejo. Y estaba muy preocupado por mi tristeza, me dijo que tenía la mirada muy triste. -Qué raro-, pensé. Si él venía detrás mío, cómo me vio el rostro. Debe ser un dios muy hábil.
Y así me seguía hablando con una sonrisa muy amable. Y yo seguía caminado rápido, impulsivo, sin querer mirarlo por más de dos segundos. El me insistía y me insistía que no estuviera triste. Y creo que lo convencí. Le dije que no estaba triste, de hecho me fui sonriendo todo el camino de vuelta a la casa para convencerlo. Así que, satisfecho, me dejó ir. Entonces buscó a otro con cara de pena y saltó a la otra vereda para abordar al infeliz. Ese otro se quedó detenido escuchándolo, seguramente él sí se había peleado con todas sus mujeres.
Yo me quedé en una vitrina un momento y luego seguí mi camino. Cuando llegué a la casa tu estabas sentada leyendo con cara de pena. Te pregunté qué te había pasado y te pusiste a llorar. Me contaste cómo dios te había insultado todo el camino a casa, que la gente en el metro tuvo que hacerlo callar y pedirle que se bajara en la siguiente estación. Pero no satisfecho con eso, cuando bajaste en tu destino, apareció y te siguió humillando. Qué pena me dio, yo que tenía una imagen tan distinta de él. -¿ vestía un sweater amarillo cata?- te pregunté. Me contestaste con la cabeza que no, luego te sonaste la nariz y me dijiste que llevaba un abrigo beige. Yo te tomé la cara y respiré profundo, aliviado... -los dioses con abrigo beige no existen- te dije con seguridad, -ése debió haber sido un gallo cualquiera-

2 comentarios:

Huili dijo...

muy weno!!... me lo reí todo y al final me elevó

Huili dijo...

oh, que vieja la wea de arriba