
Yo no sé cómo llegamos a esto. A vivir casi pegados el uno al otro, respirar nuestros aires viciados, a ocupar la misma silla, la misma mesa, los mismos platos, los mismos cubiertos, a ser absolutamente invisibles para el resto. Yo no sé cómo se hace esto, sólo te sigo la corriente y ya me estoy convenciendo que tú también a mí. Hoy me senté a mirar la lluvia, porque siempre que llueve me alegro que aún me asombre. Son pocas las cosas que me asombran ya. Y cuando es con ventolera, como hoy, no hay quien me despegue del vidrio. Luego entraste tú, con cosas. Siempre llegas con cosas, como para que no se fuera a notar que estamos solos tú y yo. Llegas con cosas para comer, para limpiar, para ponerse, para dejar ahí en un cajón. Y luego de distribuir todas esas cosas te sentaste a mi lado y miraste la lluvia y miraste la gente que corría para no mojarse y me dijiste que la gente que corría se mojaba aún más. Y siempre lo dices y sé que lo vas a decir, pero no importa, es nuestra pequeña rutina. Sé que no quieres que deje de llover tan luego, porque así me quedo más tiempo mirando por la ventana y tarareando canciones. A ti te gusta eso. Y me la paso menos tiempo encerrado hablándome a mí mismo. No te gusta eso. Lo sé. Pero es parte de las cosas que yo hago, de las que no me asombran ya, pero que estoy acostumbrado. Pero tú también tienes lo tuyo, en esa fracción del día durante la cual te pierdes en la ciudad. Pero vuelves con tus cosas y anécdotas y pequeñas historias que siempre me hacen voltear la cabeza cuando siento tu llave en la chapa de la puerta; no dije que eran pocas las cosas que me asombraban ya? Bueno, lo deberías saber, siempre me sorprende la lluvia, el viento y lo que vas a sacar de la bolsa mientras te quitas la chaqueta y te acomodas el pelo, al mismo tiempo que recuerdas los más mínimos detalles de una vitrina, de una grieta en el pavimento, de un perro con el cual cruzaste miradas, del olor que te causó náuseas, del color del cielo sobre los vidrios de los edificios que sólo te gustan precisamente cuando reflejan otra cosa. Pero no te lo digo nunca porque se me olvida, es como una brisa familiar que viene y se va y que no alcanzo a retener por miedo a evaporarla. Es que soy un novato para estas cosas del romanticismo.
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