19.1.07

The fool and the gil... in Puliplax

De verdad esto no tenía nada que ver con los Otoñantes, pero desgraciadamente tras su paso por este perturbador planetoide, no me queda nada más que contar qué fue de ellos... luego de descubrir su identidad secreta. Los Otoñantes arribaron para variar desubicados en estación y época... era más o menos primavera, aunque todavía con fríos invernales. Y andaban cada uno por su lado... yo los vi dando vueltas y vueltas por todas partes y a veces se topaban pero no se reconocían... nadie en realidad se imaginó que eran un par de Otoñantes, porque en sus identificaciones decía primaverante y veraneante respectivamente... los queridos se fueron a pasear entre las rocas de una descomunal playa donde todo era descomunal... las olas descomunales, las rocas descomunales, el viento descomunal, la arena era lo más descomunal de todo... y un tremendo y absoluto horizonte descomunal... eso no lo vi, pero me lo contaron.
Por esas fechas la gente ya se estaba alistando para marcharse lejos de este lugar, las casas se estaban cerrando, un largo y tedioso (y organizado) proceso de abandono sin marcha atrás. Yo ya había sido designado para quedarme, junto con otros puliplaxios más para cerciorarnos que el planeta quedara absolutamente abandonado. Era el tercer o segundo día del éxodo, eso no lo recuerdo bien, porque me había pegado muy fuerte en la cabeza y había ido a parar al hospital, donde estaban desenfermando a los enfermos y curando a los incurables para poder llevárselos en la nave espacial al nuevo (o nuevos) planetas por colonizar... allá los enfermarían nuevamente, porque para los puliplaxios... o ex - puliplaxios, todo debe tener su orden y organización y todas las cosas y situaciones de la vida forman parte de algún tipo de proceso, son cuantificables y por ningún motivo se debe involucrar al azar...
En fin, cuando salí del hospital con el mismo dolor, pero con un timbre en la cabeza que decía "estable", fui testigo del encuentro más exacto que jamás pude haberme imaginado. Unas calles más abajo del recinto (in) hospitalario, cerca de la playa, distinguí a dos figuras contoneándose destartaladamente, como si estuvieran bailando... pero no uno con el otro, sino independientemente... y las olas eran atroces, pero a ellos no les importó un rábano, porque estaban demasiado felices en sus propios bailes. Yo seguí caminando, aunque el dolor era fuerte y mi mareo iba en aumento, ya que no podía quitar la vista de aquellos dos. Cuando llegué a la playa, bajé por unas escaleras que me parecieron eternas y con mucho sigilo, pues no quería ser descubierto ni arruinar ese momento único... las figuras estaban cada una en un extremo y parecían de agua, de agua roja oscura. Si tan sólo no hubiera recibido ese golpe en la cabeza... podría haber visto sus caras ...
Poco a poco, las figuras comenzaron a acercarse, eran tan descoordinados sus movimientos, pero aún así tan encantadores, con sus bailes y coreografías tan poco usuales para esos casos, que de pronto, me vino a la cabeza la antigua leyenda de the fool an the gil.... Y sonreí, porque en cuanto me acordé, supe que eran ellos, y que sería muy estúpido si no me quedaba para presenciar aquel encuentro. Y así vi todo. The fool era tan delicado en sus movimientos, que me pareció en instantes que era una mujer, the gil era un poco incauto y se tropezaba, mezclándose con la arena, parecía una alfombra de contorsiones vertiginosas, y su risa silenciosa y su eco profundo al respirar me hicieron suponer que sería un hombre, the fool era rojo intenso y a ratos, tan pálido como la luna, the gil no palideció jamás y sus rojos se volvieron tan furiosos que hasta sentí un poco de pudor. Las aguas subieron de nivel y lentamente fueron llegando hasta donde se encontraban los bailarines, el azul espumoso comenzó a desteñir a las figuras, succionándoles la sabia de a sorbitos. Yo apenas, con mi cabeza vendada y mis ojos nublados, traté de enfocar de la mejor manera posible, y vi como las figuras en una de sus cabriolas, se quedaron frente a frente, justo cuando la ola los cubría, y fue como una agua tibia corriendo por el pecho, como un alivio de nada, de todo. La ola se recogió y ya no había nada más que Otoño. Tal vez estuve mucho tiempo inconsciente, pero yo creo que el tiempo se sobrecogió y tuvo que correr de prisa de la pura excitación. Cuando desperté del desmayo, un ser pequeñito y gris me miraba. Era como un pájaro gordo y quieto, con dos ojitos como iloquitas de cristal. Su cara de extravío no pudo ser más elocuente, lo comprendí desde mi alma. Le pregunté si había visto el espectáculo, pero no me respondió, entonces me acordé... no hablaba puliplaxio, porque nuestro idioma colonizador no era el originario... este pequeño era un aborigen, tal vez el último que sería visto por un puliplaxio. Me sentí doblemente premiado. Yo no me iba del planeta, me iba a quedar ahí hasta quizás cuándo... y ya no me sentía desdichado.

No hay comentarios.: