Ya, ya.
Y todavía no pasa nada. La lección dorada, el cielo abierto, el contrapicado perfecto. Todavía estoy al medio. Media aplastada, media atontada.
Y el cerro, se ríe, pero ya no lo veo.
Y sola, en mi soledad profunda de recuerdo olvidado.
Y con ansias, de qué... de nada. Por eso son ansias... ansias mala onda.
Es que estos son los pasajes de mi vida, los atajos perdidos hacia la infancia. Los recuerdos del pasado son las imaginerías mías, inventando un futuro desconocido. Osea el presente, este presente, que no tiene nada que ver con lo que me inventé.
Lucas y Vicente y Tomás y Trinidad, que antes se llamaba Isabela, se han ido lejos y no vienen a visitarme jamás. Pero no importa porque sólo extraño a Lucas. Y eso que ni lo conozco. Pero un día lo voy a invitar, y si quiere venir, vendrá. Y tal vez ya no se llame Lucas tampoco.
La playa al atardecer con la guirnalda blanca y el templo de piedras... se lo llevó un tsunami imaginario y nadie más me lo ha vuelto a construir, creo que en parte, yo misma lo destruí.
La sonrisa aaaaaaaaaaaancha, la sonrisa ancha sigue perdida, robada, extraviada, secuestrada, hurtada, violada, ultrajada, maltratada. Ya no me acuerdo cómo era, pero siempre trato de inventarla, nunca con buenos resultados.
Las hojas acumulándose, las mañanas en el balcón, el sufrido encuentro con el ser amado... el tiempo bordado en las pupilas.
Pero todavía no pasa nada. Y parece que no era así, pero no me di cuenta antes porque todavía creía. Hasta lo del cerro.
Y dolió harto. A lo mejor tengo lesiones internas.
Y todavía no pasa nada. La lección dorada, el cielo abierto, el contrapicado perfecto. Todavía estoy al medio. Media aplastada, media atontada.
Y el cerro, se ríe, pero ya no lo veo.
Y sola, en mi soledad profunda de recuerdo olvidado.
Y con ansias, de qué... de nada. Por eso son ansias... ansias mala onda.
Es que estos son los pasajes de mi vida, los atajos perdidos hacia la infancia. Los recuerdos del pasado son las imaginerías mías, inventando un futuro desconocido. Osea el presente, este presente, que no tiene nada que ver con lo que me inventé.
Lucas y Vicente y Tomás y Trinidad, que antes se llamaba Isabela, se han ido lejos y no vienen a visitarme jamás. Pero no importa porque sólo extraño a Lucas. Y eso que ni lo conozco. Pero un día lo voy a invitar, y si quiere venir, vendrá. Y tal vez ya no se llame Lucas tampoco.
La playa al atardecer con la guirnalda blanca y el templo de piedras... se lo llevó un tsunami imaginario y nadie más me lo ha vuelto a construir, creo que en parte, yo misma lo destruí.
La sonrisa aaaaaaaaaaaancha, la sonrisa ancha sigue perdida, robada, extraviada, secuestrada, hurtada, violada, ultrajada, maltratada. Ya no me acuerdo cómo era, pero siempre trato de inventarla, nunca con buenos resultados.
Las hojas acumulándose, las mañanas en el balcón, el sufrido encuentro con el ser amado... el tiempo bordado en las pupilas.
Pero todavía no pasa nada. Y parece que no era así, pero no me di cuenta antes porque todavía creía. Hasta lo del cerro.
Y dolió harto. A lo mejor tengo lesiones internas.
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