A las cuatro veintiséis desaparece el sol
tras la casona antigua cruzando la calle
el reflejo de los ventanales se traslada a la quebrada
bordando espejuelos en las latas oxidadas
sube el frío, baja el sueño, abre la tarde
su espectáculo repetitivo para todas las edades
el paisaje se acurruca en la cama
junto a chales, mantas y frazadas
que te heredan por defecto
mismas pesadillas, mismos sueños
de miles de siestas familiares
tejidas en su vieja trama.
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