6.1.16

Diamante en bruto.


Salimos de esa habitación y nos convertimos en asesinos. A veces nos aburríamos, a veces ni nos reconocíamos, lo sé. Pero ahora es todo diferente. No hay nada imaginario, no hay fantasías que alimentar, ni diamantes en bruto que pulir. Por supuesto que no, diamantes en bruto... corazón de oro al toque, mijo. No tenemos tiempo de andar puliendo weones. Esmerílese el sentimiento, será mejor. Ahora andamos en otra, asesinando sueños, quemando melodías. Enderezando conciencias a hachazo limpio. Para qué me pregunta si no me quiere escuchar, si no quiere saber. La desesperanza es así, tosca, fuerte, agria. Pero no da lástima, no busca simpatía. Es lo que es. Un desierto. Un paño de tierra completamente desnudo. Cortante. Sin rodeos, ni palabras de buena crianza. Palabras de criadero, en vez. Y nosotros somos los matarifes que venimos a abrir las frases de lado a lado, a todo lo ancho de tu pensamiento. Venimos a extirparte esa tontorrona idea, esa idea en el fondo de tu discurso, de tu pecho, de tu frente, de tu hígado, de tu vientre. Venimos a cazar esas mariposas, a pillarlas una a una, ésas nos las comemos vivas. Porque lesos como tú no saben apreciar nada. Ni siquiera la suave bocanada que emana la vida a un segundo de extinguirse. 
Pero si quieres te dejamos ahí en tu jaulita, pajarito infeliz, comiendo tus migajas rosadas, las sobras de la felicidad de otro, de alguien más pillo que tú.

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