Bueno, acá me quedo. Debajo de las sábanas, mirando, sintiendo. No es miedo al día, no es temor del espejo, no me importan ya las marcas ni el paso del tiempo.
A veces ni me acuerdo de sus palabras, no me acuerdo del tono de su voz. Y con el paso de los meses, con el paso de las calles, los perros, las sombras y los gestos, me he fijado que no hago el intento tampoco de recordar. No es por ti, no es por él, no es por ninguno de ustedes, bestias. Es por mí. Me quedo acá, bajo las mantas, con mi lluvia, con mi fuego. Con mi tierra mojada, desparramada por todo lo ancho de mi cama. Brotando en cámara lenta, tratando de pensar lo que siento cual máquina traductora de suspiros. Me quedo acá, pausada, lenta, segura y calmada. Quieta, con la tranquilidad de pertenecer a este tiempo extraño, junto con todos los astros del universo a mi favor. Juntando los escombros de la derrota, abonando el terreno para la nueva siembra.
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