16.2.16

Luz amarilla

Quería o más bien necesitaba creer en la magia para que la estadía no se me hiciera tan larga en esta ciudad. Pensé que podría invocarte y hacerte aparecer de la nada, doblando la esquina o en la fila del supermercado. Pensé que sería más fácil así. Pero la vida nos empuja hacia direcciones opuestas, ya... ni siquiera opuestas. Eso es lo peor, tan lejos tan cerca. Andas por acá deambulando tal vez haciendo equilibrio por la misma cuneta por la que hice equilibrio unas horas atrás. En la misma avenida, rodeado por los mismos árboles. Simplemente no debe ocurrir, no tiene que pasar. Este enjambre se quedará así enredado para siempre sin nadie que registre o vigile cuántas veces pasaste por mi lado y me miraste de reojo sin que yo me diera cuenta. Y viceversa. Es tan difícil renunciar a esa magia estúpida, es tan difícil dejar de creer, dejar de ser ingenua. Me cuesta no volver a meter la cabeza en este mapa y verificar recorridos, una y otra vez, repetirlos como rosarios malditos. 
No soy ahora la persona que seré algún día cuando finalmente te des cuenta que yo también estaba ahí en la ciudad, bajo las mismas luminarias amarillas. Estoy cambiando, no tengo idea cómo ni porqué, no sé hasta cuándo. No conozco los límites de este proceso. Tal vez llegues demasiado tarde a la graduación. No sé nada ya, para ser franca. Sólo sé que me cuesta tanto dejar de pensar que hay algo que nos mantiene a algunos unidos con otros, una fuerza que jala y afloja hilos invisibles atados a cada una de nuestras mentes. Sólo sé que no logro distinguir entre lo que siento y lo que quiero sentir. Necesito salir de esa incertidumbre.

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