6.2.16

Tema libre


Las palabras están cada vez más escasas. Tal vez no sea tan introvertida como creí, tal vez sólo padezco depresión. Soy un desastre esperando ocurrir. Una piedra semi-fea. Y de todo eso te salvé, te hice un favor finalmente al apartarme de tu camino. Te ahorré días y días de malos ratos. De sorbos amargos, de silencios dolorosos.  Deberías ser más amable conmigo y darte cuenta que nada bueno te perdiste. 
Quiero convencerme de que lo anterior es la verdad, pero tengo un zumbido en la cabeza, una danza de miles de pequeñísimas partículas infinitas de amor, todas locas bailando en mi cerebro una canción que sé que te gustaría tantísimo. 

No sé cómo bajarme de este árbol, estaba tan entretenida trepando las ramas que no me di cuenta cuán alto había llegado. Pajaritos nuevos cantando en idiomas que a veces creo entender. Ellos saben que los observo. Su canto no es al azar, no creo que así sea, no quiero creerlo. Abajo los lobos se cuelan entre las rejas como si nada, pero no me asustan, sé que no vienen por mí. Sé que me aceptarían como parte de su grupo. Seríamos una manada poco piola, seríamos una manada plateada bajo la luna, recorriendo las calles azules de este laberinto, repartiendo la dicha de ser puros nadies.

Nuestras preciadas emociones no son más que navajitas afiladas disfrazadas de bellas alegorías, querido mío. Puros mitos. Hasta que algún día pase de nuevo frente a tu puerta. Ahí si no sé que sería de mí si te viera en esa calle maravillosa con la que me he venido obsesionando hace tantos años. Casi como la calle de mis paseos de infancia, de mis paseos solitarios en bicicleta. Yo quería vivir en esa calle, en esa casa, la de las palmeras, la de las buganvilias. Cuando era chica, creía que en esa casa podría ser inmensamente feliz. Hasta la dibujé para la clase del señorr De Belda cuando nos pedía temas libres. Había una gran letrero afuera que decía "cerco electrificado". Mi ideal de felicidad. 

Creo que crecí con ciertas nociones erradas. Algo hizo mella en mí. Deben ser traumas de niñez. De los días donde ser niña no significó nada. Recuerdo esa vez, la primera vez que me distinguí del resto. Ahí me veo, tanto miedo en tan pequeño cuerpecito, aterrorizada de que le fueran a abandonar. Podría jurar que aún estoy en esa sala gigante llena de ojos mirándome. Debe ser la sensación más horrorosa que he vivido. Será posible borrar esas heridas algún día? Tengo varias marcas que no sé de donde salieron. Como esos moretones salvajes que me aparecen en el alma. No sé quién o qué me los hace. Huellas de combos mentales que nadie vio venir. 

Ves lo que te decía al comienzo? Acaso no tengo razón? No tienes idea ni que existo. Y aún así tengo miedo de que no te des vuelta al doblar la esquina. Miedo de quedarme esperando y ya no poder distinguir la noche del día. Tengo miedo de que cuelgues tu chaqueta en otro armario, de que tomes otro retrato y lo pongas sobre tu velador. Que no entienda las señales, que mi cuerpo se desarme antes de cruzar la calle, que me vuelvan a armar y ya no sea la misma. Ahhh, siento que se me parte la cabeza en dos, como si unos tornillos atravesaran el cristal sin piedad. Qué te puedo decir que no haya sido dicho antes por otra como yo. Me quedaría echada en el piso mirando mis manos, mis dedos moverse lentamente, como dos mariposas saliendo de sus crisálidas. 



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